viernes, abril 08, 2011

LOS PEQUEÑOS SERES

LOS PEQUEÑOS SERES.docx

Autor: Salvador Garmendia, narrador; n. 1928.
Otras obras: Los habitantes, Día de ceniza, La mala vida, Memorias de Alta Gracia (novelas); Doble fondo, Difuntos, extraños y volátiles, Los escondites (cuentos).
Género y corriente: Novela realista moderna.
Estructura: Está integrada por 13 capítulos sin número ni títulos.
Sinopsis: Cierto día por la mañana, el superintendente Mateo Martán, está anudándose la corbata ante el espejo y habla consigo mismo mientras se prepara para asistir a los funerales de su jefe de oficina; pero advierte que "su voz se quedaba flotando en el aire del cuarto como si nadie la hubiera absorbido". Mateo piensa en voz alta en el difunto y en el significado de este suceso; la muerte del jefe representará para el subordinado un ascenso que lo acerque a la culminación de su carrera como funcionario dentro de la empresa. Esta promoción lo aleja de una vida gris y monótona, pero también lo aparta de su realidad porque, de inmediato, su forma de ser se identifica con la del muerto; es decir, su vida rutinaria de oficinista va a sufrir un desequilibrio provocado por el cambio brusco que rompe con la alineación de años de obediencia.
La de Mateo Martán ha sido una existencia aburrida durante la cual siempre ha querido destruir sus relaciones con el mundo que le rodea.
Las frases y los comentarios escuchados durante el funeral de su jefe hacen visualizar a Mateo su propia invierte. Al darse cuenta de que es un ser inevitablemente destinado a morir, se le evidencia el vacío de su vida burocrática. Los impulsos que le hacen vivir se van a manifestar de otra manera. Se altera, se desconcierta, borra su cuadro de valores establecidos. El empleado gris se transforma y huye de las miradas de su familia, formada por Amelia, su esposa, y su hijo Antonio, porque también ellos ahora son ajenos a la nueva realidad de Martán.
Durante el largo día en que transcurre la acción de la novela, Mateo Martán sufre una metamorfosis gradual; se extravía en el cementerio donde "todo lo que su vista podía alcanzar ahora era un espacio solitario, dilatado en la multiplicación de pequeñas tumbas. Había perdido el camino y se encontraba desorientado".
Existe en Mateo la necesidad de pensar, de recordar hechos que le han sucedido, de expresarse en un soliloquio como si estuviera ante un auditorio que, sin embargo, no lo escucha. Busca a través de la memoria su tiempo y su pasado, mas su pensamiento es recurrente y llega al mismo recuerdo más de una vez.
Mateo entra en un bar y al principio el alcohol libera sus recuerdos, pero luego lo envuelve en una "confusión de aturdimiento". Imagina que se halla de nuevo en la funeraria donde se ve a sí mismo tendido en medio de la sala, "sobre un lecho de flores y molduras de felpa. Mi cabeza reposa en la almohadilla y me han vestido de pies a cabeza —impecablemente— con mi mejor traje azul [...] Lo importante es que ahora no existo. Esto es algo que no puedo explicar con claridad".
Mientras mentalmente está representándose su propio funeral, alguien lo sacude y retorna a la realidad, a sus ocupaciones cotidianas; con inquietud piensa de nuevo en su mujer y en su trabajo, pero no tiene la suficiente voluntad para aceptar el mundo real que lo rodea y retorna a su casa.
"¿Qué pasará allá adentro?", se pregunta escondido detrás de un árbol. Quiere observarlo todo sin ser visto, pasearse entre sus cosas, "hablarle a Amelia como si yo fuera otra persona y saber lo que piensa, las cosas que dice; despedirme después de una larga conversación."
Mateo Martán vuelve a vagar, las calles se suceden sin tregua. Camina sin objeto, se mezcla entre la gente. Mientras, su esposa empieza a organizar su vida pensando en la ausencia definitiva de Mateo y preparando a su hijo en la realidad monótona y rígida de siempre. Mateo se tiende debajo de un árbol y cierra los ojos. Y así se queda, "tendido debajo del mundo", pensando, recordando, durmiendo... mientras una voz lejana comienza a llamarlo por su nombre.
Los pequeños  seres, primera novela de Salvador Garmendia, publicada en 1959, se estructura con soliloquios que no se detienen en el monólogo interior; el protagonista sabe que alguien lo escucha. El autor revela una concepción original de la narrativa: una exploración constante y audaz de los procesos subconscientes de la convivencia humana, de la violencia y sensualidad que entraña la gran urbe. Garmendia inaugura así el tema de la alienación ciudadana en la novelística de su país.
La prosa de Salvador Garmendia es lúcida y dúctil, sin distorsiones del lenguaje. Por otra parte, Mateo Martán es un personaje convincente y con estos méritos se justifica el lugar que ocupa esta obra en la novelística hispanoamericana.

No hay comentarios.: